martes, 26 de noviembre de 2013

FRENAZO A LAS PRETENSIONES DE ANGED DE PRECARIZACION A LA CARTA


En el día de hoy 26 de noviembre hemos tenido conocimiento de la sentencia de la impugnación del convenio colectivo de grandes almacenes que interpuso CCOO.

La audiencia nacional ha anulado algunos artículos que entiende que incumplen la ley, y que nosotros ya habíamos anunciado a la patronal y a los departamentos sindicales que firmaron el convenio colectivo.

CCOO como recordarieis no firmamos el convenio colectivo, porque no queriamos ser complices de empresas que teniendo beneficios, querian aumentarlos a costa de la vida y el salario de sus trabajadores y trabajadoras.

Uno de los artículos que la sentencia ha anulado y, que entendemos es importante, se refiere a uno de los apartados que los firmantes del convenio bajo el Título “Pacto Sectorial por el empleo y el mantenimiento de la Demanda Interna en un entorno de crisis” pretendieron en su apartado III establecer una batería de medidas flexibilizadoras aprovechando la situación económica y utilizando la crisis como un instrumento de “chantaje” y bajo el argumento de que “estaban innovando en materia negociadora” pretendían que empresas con beneficios si un centro de trabajo tenía pérdidas pudiera bajar el salario a sus trabajadores.

La Sala entiende que los mecanismos flexibilizadores que contengan reducciones salariales deben llevarse a efecto a través del procedimiento previsto en el art. 82.3 Estatuto de los Trabajadores y no por la vía del art. 41 como pretendían los firmantes del convenio. Por tanto, declara nulos aquellos posibles Acuerdos de reducción temporal del salario base, para los que no podrá seguirse el procedimiento que habían recogido en el convenio.

Otra via que habían acordado para poder modificar el convenio a su antojo sin que pudieramos estar presentes el resto de sindicatos también ha sido anulado, el artículo 87 que le daba competencia a las empresas y sus departamentos sindicales acordar por su cuenta “sus medidas”.

En materia de ascensos, se anula todo el procedimiento recogido para pasar del personal del grupo inicio (llamado personal base en el convenio), ya que se considera que es discriminatorio para aquellas personas que quieran conciliar la vida personal y laboral y particularmente a las mujeres ya que en el momento que tuvieran bajas maternales se impedia su ascenso. Como todos y todas sabeis este sistema condenaba a los trabajadores y trabajadoras del sector ha estar un número indeterminado de años en el grupo de inicio
cobrando un salario inferior (áun más que el resto) por realizar los mismos trabajos.

Hay algunos aspectos más que denunciamos y que la sentencia nos los recoge, pero que entendemos que son ilegales, por lo que la estudiaremos con nuestro gabinete jurídico para ver la posibilidad de poner recurso al Tribunal Supremo.

CCOO seguira peleando por conseguir una condiciones dignas para los trabajadores y trabajadoras del sector de grandes almacenes, aunque las empresas de este sector sigan aplicando la reforma laboral de manera salvaje con la complicidad de sus departamentos sindicales.

viernes, 15 de noviembre de 2013

¿MUERTE A LOS SINDICATOS?

Artículo del periodista Iñaki Gabilondo relativo al Sindicalismo.
Nueva moda. Rajar de los sindicalistas. Algo fácil y barato, por cierto. Lo llevan en la solapa ciertos políticos, lanzando mensajes subliminales sobre su actual falta de utilidad para los trabajadores, politización, corrupción, derroche económico. Resulta curioso: Los mismos que alientan al escarnio público, suelen lanzar piedras cargadas por sus propias mezquindades.

Además, la destrucción del sindicalismo hace mucho más fácil la labor de los gobernantes, sin movilizaciones ni huelgas, especialmente la de quienes dirigen tras la cortina. Qué bien estaríamos si no existieran los sindicatos, piensan algunos.

El problema es que esa frase por la que suspiran los gobernantes "Qué bien estaríamos sin sindicatos" empieza a calar entre la gente de a pie, con un discurso cargado de improperios, gritos, oportunismo, mala leche y, sobre todo, un enorme vacío de argumentos que se resume en: "Para lo que hacen, mejor que no hagan nada", "Por mi los echaba a todos y los ponía a trabajar", "Están vendidos, no se mueven, no están con los trabajadores". Luego terminan reservándote para el final el placer de oír la raída historia de: "Conozco a uno que está de liberado sindical.".

Confesar ser liberado sindical, en estos tiempos que corren, es un auténtico pecado capital. Mejor inventar cualquier otra cosa antes de que te descubran. Te pueden acechar en cualquier esquina, a cualquier hora: sacando dinero, haciendo la compra, recogiendo a tus hijos en el colegio. Cualquier lugar y excusa es buena, para utilizar como insulto la palabra "sindicalista".

Se puede ser banquero chupasangre, se puede ser político en cualquiera de sus muchos cargos (concejal, alcalde, o delegado provincial.) y trincar todo lo que se quiera, aceptar sobornos y trajes, realizar chantajes, revender terrenos públicos, recortarle el sueldo a los trabajadores o directamente despedirlos sin indemnización. Se puede, incluso, aumentar el recibo de la luz a los pensionistas hasta asfixiarlos, o salir en fotos besando niños y ancianos mientras los colegios y asilos se caen a trozos, cobrar dos o tres sueldos en tres cargos diferentes, declarar a hacienda que se está arruinado mientras se cobra de mil chanchullos distintos, para que su hijo obtenga la beca que le permita comprarse una moto a costa del Estado.

En este maldito país se puede ser lo que se quiera, pero no sindicalista. Nadie se acuerda ya de la última huelga, aquella en que nadie de la empresa fue, excepto los dos afiliados que perdieron el sueldo de aquel día, para que luego se firmara un acuerdo que les subió el sueldo a todos. Incluso a aquellos que escupieron sobre la huelga.

O de Luís, ese hombre que estuvo 30 años cotizando, y que gracias a la pre-jubilación que se consiguió en su momento, puede ahora, con 60 años y despedido de su puesto, tirar para adelante sin necesidad de buscar un trabajo que nadie le ofrecería.

Recuerden también a Marta, la chica de 23 años que estuvo aguantando un jefe miserable con aliento a coñac, que le obligaba a hacer más horas extras para tener un momento de intimidad donde poder acosarla mientras le recordaba cuándo le vencía el contrato. Hasta que su mejor amiga la llevó al sindicato y, gracias a una liberada sindical, ahora el tipo ha tenido que indemnizarla hasta por respirar.

Son muchos los que les deben algo a los sindicatos, y a los sindicalistas: El maestro que pudo denunciar al padre que le pegó en la puerta del colegio, los trabajadores que consiguieron que no les echaran de la RENAULT, la chica que pudo exigir el cumplimiento de su baja por maternidad en su supermercado. Porque también fue una liberada sindical la que se puso al teléfono el día en que despidieron a Julia, la chica de la tienda de fotos, y le ayudó a ser indemnizada como estipulan los convenios; y aquel otro joven que movió cielo y tierra para arreglarle los papeles al abuelo para procurarle una paga medio-decente, porque los usureros de hace 30 años no lo aseguraban en ningún trabajo. Para qué recordar las horas al teléfono escuchando con paciencia a cientos de opositores a los que no aprobaron, gritando e insultado porque en el examen no les contaron 2 décimas en la pregunta 4. O el otro compañero sindicalista, el que denunció a la constructora que se negaba a indemnizar a la viuda de su amigo Manuel, que trabajaba sin casco.

Ya nadie se acuerda de dónde salieron sus vacaciones, los aumentos de sueldo que se fueron consensuando, el derecho a una indemnización por despido, a una baja por enfermedad, o a un permiso por asuntos propios.

Esta sociedad del consumo, prefiere tirar un saco de manzanas porque una o dos están picadas, por muy sanas que estén el resto. Los precedentes televisivos: entrenadores de fútbol, famosos de la exclusiva en revistas, y demás subproductos, se convierten en clinex de usar y tirar dependiendo de las modas. Ahora, en un momento en que los trabajadores deben estar más juntos, arropados y combatientes contra quienes realmente les explotan, aparecen grietas prefabricadas en los despachos de los altos ejecutivos, ávidos de hincar más el diente en el rendimiento de la clase trabajadora.

¿Quién tirará la primera piedra?. ¿Serán los políticos gobernantes, o los banqueros quienes hablarán de dejadez o vagancia?. ¿Tendrán capacidad moral los jueces o los periodistas, de hablar de corrupción en las demás profesiones?. ¿Serán más idóneos para iniciar lapidaciones, los super-empresarios del ladrillo?. ¿En qué profesión se puede jurar que no existen vagos, corruptos, peseteros, o ladrones?. ¿Preguntamos mejor entre la Iglesia o la Monarquía.?. Pero qué fácil resulta rajar en este país. Siembra la duda, y obtendrás fanatismo barato.

Qué bien asfaltado les estamos dejando el camino a quienes realmente nos explotan cada día. ¡Acabemos con los sindicatos!. Sí. Dejemos que la patronal y los bancos regulen los horarios, las pensiones, los sueldos, las condiciones laborales y los costes del despido. Verán cómo nos va a ir con la reforma del mercado laboral, cuando los sindicatos dejen de existir y no puedan convocarse huelgas ni manifestaciones.

Verán qué contentos se pondrán algunos cuando sepan que ya no estarán obligados a pagar las flores de los centenares de trabajadores que mueren todos los años, a costa de sus mezquindades.

Iñaki Gabilondo